7 de septiembre de 2012

Influencia marxista en el pensamiento pedagógico: el trabajo como medio de educación y retribución social




Karl Marx es un ícono para el pensamiento del Siglo XX pues es de los que crean una nueva trinchera, si bien centrada en dicotomías (trabajo intelectual vs trabajo manual, instrucción vs educación, clase privilegiada vs proletariado) es a través de su materialismo histórico que se vislumbra una nueva forma de estudiar los hechos sociales y analizarlos. Este nuevo horizonte daría más frutos de los que él hubiera imaginado jamás. Es cierto que Mark se centró únicamente en la división de clases y la idea del trabajo, pero con su materialismo histórico se abrieron nuevas puertas y horizontes para que otros fenómenos sociales, como es la educación, se pudieran estudiar.

Para Marx, la división de clases pesa mucho en las escuelas, donde son las clases privilegiadas las que tienen el derecho a ser educadas, mientras que las clases trabajadores sólo son instruidas para ocupar su lugar dentro de la gran cadena de producción. Entonces, la escuela no sólo instruye sino que reproduce el sistema clasista del capitalismo, dejando varados en su clase social al proletariado y  manteniendo firme un sistema que no permite la repartición equitativa. Para Marx, “la escuela no es el único lugar donde se producen y transmiten ideas ni probablemente el principal”[1]. La educación y las ideas van más allá del aula.

Manteniendo la idea de la importancia del trabajo, Makarenko recibe la influencia del pensamiento marxista al desarrollar sus ideas para la educación. Pedagogo de profesión, Anton Makarenko retoma los ideales de la Revolución francesa (Libertad, Igualdad, Fraternidad) para crear su idea de educación en valores, siendo claro reflejo de las ideas marxistas la importancia que le da Makarenko a la producción, la colectividad y el trabajo. Enseñarle a trabajar y a ser comunidad a sus alumnos es vital para este pedagogo. El trabajo colectivo es el que se encarga de educar en valores. Si bien las experiencias de Makarenko son desarrolladas en su Poema Pedagógico de forma novelada, no deja de reflejarnos esa importancia que le da al trabajo y a la colectividad como medios para sacar adelante a los chicos que estuvieron a su cargo.

Finalmente nos enfrentamos a Gramsci quien se centra mucho en la definición del concepto de filosofía, concluyendo que es una reflexión de nuestro medio, por ello, para él, todo ser humano es un filósofo que tiene que reflexionar acerca de su entorno (momento histórico y clase social a la que pertenece). Esta reflexión deriva invariablemente en una conciencia para transformar el medio, siempre con miras a mejorar.


Gramsci define dos clases de intelectuales: el formal, que se instruye dentro de la escuela, y el orgánico, que es un filósofo y pensador nato que reflexiona sobre su entorno. Para Gramsci, toda verdad es revolucionaria. El filósofo tiene que ser un educador, alguien que le muestra a la gente cuál es su momento histórico y los mecanismos que generaron la clase a la que pertenece. Todo ser humano posee una visión del mundo que crea su ideología y que con una reflexión lo lleva a ser un educador.

En ambos pensadores (Makarenko y Gramsci) notamos que la idea de clases sociales y de trabajo que nos plantea Marx siguen vigentes: “Es a través del trabajo como el ser humano da forma, no sólo a la naturaleza que lo rodea, sino a sí mismo, individual y colectivamente” [2]. Ambos ven en el trabajo una forma de educar y de retribuir a la sociedad lo que nos ha prodigado. Cada uno a su manera, por supuesto, puesto que mientras que Makarenko ve en el trabajo la educación en valores tan importante para sus educandos, Gramsci ve en el mismo la forma en que el intelectual (tanto formal como orgánico) le puede dar de vuelta a la sociedad lo que ésta le dio durante su formación (sea formal o informal).  No perdamos de vista que esta retribución social del intelectual que nos menciona Gramsci es lo que hoy en día es el Servicio Social que existe en las universidades: el alumno le regresa a la sociedad lo que le ha dado a través de la escuela con su trabajo para el beneficio de la sociedad, sin un cobro monetario de por medio. Sin embargo, esta retribución debe ser continua, no sólo momentánea para conseguir créditos o poder liberar papeleo para obtener el título, si no, pierde este encanto e importancia que nos remarca Gramsci.

Ambos pensadores ven el trabajo como una parte vital del engranaje social que bien puede ser algo que nos ata o que nos libera. Siendo claramente marxistas en su pensamiento, quieren romper con el yugo del capitalismo, para ver el trabajo como algo que nos libera y nos prepara, más que como algo que nos subyuga. Para ellos, ya no se trata de perpetuar el sistema, sino de mejorarlo a través de las enseñanzas que se pueden transmitir a los alumnos a través del trabajo (Makarenko) o mejorando a la sociedad al retribuirle todo lo que nos dio (Gramsci).



[1] Fernández Enguita, mariano. El marxismo y la educación. Un balance. Universidad de Salamanca. V Conferencia de Sociología de la Educación. Tenerife. Septiembre de 1994. Página 4.
[2] Ibid

5 de junio de 2012

Hablando un poco de Rousseau


Si bien a partir de la Segunda Guerra Mundial fue que empezaron los movimientos de pensamiento que derivaron en la llamada Escuela Nueva donde la palabra clave como fundamento de la Educación era libertad, el primer antecedente importante que le quita al niño  la idea de ser un pequeño adulto y le da su importancia a cada una de las etapas de desarrollo del ser humano fue Rousseau. Quitando la etiqueta de "adulto chiquito", se inicia un estudio de cada una de las etapas. 

El libro más importante para educación de este autor es sin duda Emilio, sin embargo es muy importante revisar toda su obra, pues maneja una línea de pensamiento continua que representa una evolución y una unión: no podemos tratar de estudiar sus obras por separado como entes independientes, sino dentro de un marco contextual que nos recuerda que para él todo era un conjunto de ideas que se apoyaban. 

Emilio es la obra en la que describe el cómo educar, aunque no hay que olvidar que se ocupa de una filosofía de la educación y no de didácticas particulares. Para Rouseeau:

La reconstrucción de un hombre social: he ahí la meta de la educación. Pero dicha reconstrucción se efectuará de acuerdo con las leyes del orden y de la razón, que proceden de Dios, según la naturaleza. No ya una naturaleza dada, como la del salvaje, sino la naturaleza verdadera que responde a la vocación humana, tal como la ha constituido Dios. Dios, naturaleza, sociedad, razón misma, todos estos términos concuerdan y si se olvida uno de ellos, la pedagogía de Rousseau pierde sentido. (Jean Château, Rousseau y la vocación)

Rousseau mantiene una coherencia, pues, en todo su pensamiento, amalgamado con su tendencia 100% naturalista. Para él, el hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad quien lo corrompe. Por ello propone mantener el infante lejos de la sociedad el mayor tiempo posible. Es ahí donde nos enfrentamos a las primeras utopías: realizar la labor de educación que nos plantea Rousseau es dedicar la vida entera a un niño. Si antaño era poco probable, actualmente es imposible.  No por ello hay que dejar de estudiar su trabajo, pues el aporte de que los niños son eso, niños, es uno de los mayores aportes y se tomará mucho para la Escuela Nueva.